LA PRACTICA HACE LA EXCELENCIA
Sergio Jesús Fernández, 14 de Enero de 2012.
La oportunidad que el Señor nos ha dado con la comisión de predicar el evangelio, tiene fecha de espiración, espira justo el día en que dejamos de existir físicamente. Una vez que estemos en Su presencia ya no será necesario predicar el evangelio. Y si no hemos sido merecedores de permanecer en Su presencia, tampoco será necesario predicar el evangelio.
Sin embargo; la oportunidad de amar a Dios y de amarnos los unos a los otros, así como la de adorar y alabar Su Divina Existencia, se nos da para la eternidad. Más bien se puede decir que cuando amamos a Dios y nos amamos entre nosotros, y cuando le adoramos y le alabamos en este mundo, estamos simplemente practicando, ejercitando, ensayando, para cuando nos toque hacerlo en Su presencia, hacerlo como Él se merece, "en espíritu y en verdad", y "en la hermosura de la santidad".
Entonces; ¿qué queremos decir? Pues que no debemos dejar que se nos espire la oportunidad de predicar el evangelio sin haberla usado aunque sea sólo una vez, y que no debemos dejar de practicar el amor, la adoración y la alabanza para poder estar debidamente preparados cuando nos llegue la hora de hacerlo en Su presencia.
“Y les dijo: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)
“Los fariseos se reunieron al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos. Uno de ellos, experto en la ley, le tendió una trampa con esta pregunta: -Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? -"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente" -le respondió Jesús-. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: "Ama a tu prójimo como a ti mismo." De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:34-40)
“Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero. Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Juan 4:19-21)
“Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.” (Juan 4:23)
“¡Adoren al Señor en la hermosura de la santidad!” (1 Crónicas 16:29)