¿Cosas de sueños?
Sergio Jesús Fernández, 2 de Agosto de 2013.
Dicen que todos soñamos, que lo que nos sucede a algunos de nosotros es que, al despertar, no recordamos lo que hemos soñado.
Yo soy uno de esos que nunca recuerda lo que sueña, excepto cuando sueño con mi madre. Los sueños con mi madre son para mí tan reales y vívidos, que puedo hasta percibir su perfume y escuchar el tintineo de sus pulseras.
Hace poco tuve uno de esos increíblemente reales sueños con mi madre. Estábamos conversando, y aunque estábamos frente a frente, ella estaba en un área donde la iluminación era más brillante que el área donde yo estaba. A ver si les puedo explicar. Imagínense que están sentados en la primera fila de un teatro, a sólo pocos pies de distancia de los actores. La luz bajo la cual están los actores es más brillante que la luz donde está el espectador, aunque este último no esté en completa oscuridad. Más o menos esa era la forma en que yo veía a mi madre, ella a plena luz y yo en penumbras.
Yo le estaba describiendo un lugar a donde quería llevarla, pero ella me decía: -“Sergio, no me digas mentiras”.
-“Que no es mentira, que el lugar existe y te va a encantar.”- le decía yo.
-“Si, yo sé, pero no me digas mentiras.”- insistía mi madre.
-“Mami, por qué te iba yo a mentir en una cosa tan tonta como esta.”- le dije en un tono un poco frustrado, pues no podía entender por qué me pedía que no le dijera mentiras. A este punto de la conversación ya yo no estaba en el área en penumbras, estaba casi junto a ella en el área iluminada.
De pronto, ya no estábamos allí, me vi acostado en mi cama, y mi madre no estaba, y yo me repetí mentalmente la pregunta: “¿Por qué piensa ella que le estoy mintiendo?” En ese momento sentí la respiración de mi madre en el lado izquierdo de mi cara y me dijo cariñosamente al oído, en voz muy baja, como quien dice un secreto: “Porque tú sabes que yo estoy muerta”.
Por eso me decía que no le dijera mentiras, porque yo quería llevarla de paseo y ella sabía que eso no podía ser.
Me senté en la cama de un tirón, como cuando era un niño. Estaba empapado en sudor y los latidos de mi corazón se podían escuchar en la casa de enfrente, o por lo menos eso pensaba yo.
Creo que mi madre, con ese amor divino que tienen la mayoría de las madres para con sus hijos, vino a mí esa noche como un ángel del Señor para sacarme de lo que posiblemente fue un paro cardíaco.
O el Señor envió uno de sus ángeles con la forma de mi madre para que igual me sacara del posible paro cardíaco.
O tal vez fueron sólo “cosas de sueños”...