EL NUEVO
MANDAMIENTO
Sergio Jesús
Fernández, 31 de Agosto de 2014.
Para bien o para
mal, nos ha tocado vivir en una era en la que la información se propaga globalmente
a una velocidad imposible de haberse imaginado diez años atrás. Desgraciadamente,
la mayoría de la información que se propaga está preñada de negatividad.
Así que, cuando propago
una noticia acerca de un descubrimiento científico que afecta positivamente la
salud, o el bienestar general de los seres humanos, no lo hago porque me crea
que soy periodista, ni científico, ni médico, lo hago simplemente por hacerme
eco de una buena noticia. Y créanme cuando les digo que tengo que dedicar
tiempo a encontrar buenas noticias, porque no abundan.
Cuando trato de hacer
chistes, no lo hago porque me crea que soy cómico, ni porque crea que soy escritor
de libretos para comedias, lo hago simplemente porque disfruto más viendo a la
gente reír, que viéndolas llorar.
De igual modo, cuando trato de llevar
palabras de aliento a personas que están deprimidas por falta de esperanzas, no
lo hago porque me crea que soy psicólogo, o psiquiatra, o trabajador social, lo hago simplemente
porque siento en mi corazón que, al menos en ese momento, eso es lo que esas personas necesitan.
Cuando
oro por enfermos, o para que Dios interceda en las adversidades y conflictos de
personas que conozco, y me piden oración, no lo hago porque crea que tengo una
línea directa con Dios, ni porque crea que Dios le dé un tratamiento especial a
mis oraciones, lo hago simplemente porque creo en Dios, en su amor, y en su
divino poder.
Pero cuando
predico el evangelio, las buenas nuevas de nuestro Señor Jesucristo, y cuando
me hago eco de La Palabra de Dios, no lo hago porque me crea ministro
religioso, ni santo, ni profeta, ni discípulo de Jesús. Tampoco lo hago porque
siendo pecador necesite demostrar a los demás que soy todo lo contrario, ni lo
hago porque necesite que la piel de oveja encubra mis pelos de lobo, que ya
sabemos que no existen ovejas gigantes. Es más, ni siquiera lo hago por ninguna
de las razones que les describí en los párrafos anteriores. Porque en realidad, cuando
predico el evangelio, lo hago única y exclusivamente porque es mandato de Dios,
y nada ni nadie puede negarse a obedecer a Dios.
Dios
nos ha dado libre albedrío para tomar decisiones en las cosas de nuestro diario
acontecer, pero cuando se trata de una orden, de un mandamiento, ahí no
funciona el libre albedrío. En ese caso, o lo haces, o lo haces, no queda de
otra.
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“Y
les dijo: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.”
-Marcos
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