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Tuesday, April 19, 2011

¿Qué casas? ¿Qué automóviles?

¿Qué casas? ¿Qué automóviles?
Sergio J. Fernández, 19 de abril de 2011

Por más de medio siglo, la dictadura castrista le impuso al pueblo de Cuba la prohibición de compraventa de inmuebles, automóviles y otros artículos de propiedad privada, convirtiendo esta actividad en delito, en crimen, en una forma de “contra-revolución”. Miles de cubanos han pagado injustas penas carcelarias, y otros han perdido hasta la vida por enfrentarse a la dictadura en abierta crítica a esa violación del ejercicio del derecho a la propiedad privada y a su compraventa. Sin embargo; ahora los castro, dueños absolutos de la isla de Cuba por decreto propio, le ordenan al pueblo que practique la compraventa ¿de qué casas? ¿de qué autos?

En pleno siglo XXI, existen personas en Cuba que viven en pésimas condiciones, sin agua potable, sin las más elementales condiciones de higiene. No me estoy refiriendo a personas producto de gobiernos anteriores a enero de 1959, me estoy refiriendo a personas nacidas en las décadas de 1970, 80 y 90. Estoy hablando de personas nacidas bajo la dictadura castrista, personas creadas por la dictadura castrista, que viven en condiciones cavernícolas en pleno siglo XXI. Antes de 1959 también existían personas que vivían en condiciones similares, como sucede en todos los países, pero esas personas eran minoría y ahora casi todo el pueblo cubano vive así, en esas precarias condiciones.

La revolución cubana de los años 50, surgió supuestamente para acabar con esos casos aislados de extrema pobreza, o por lo menos eso era lo que pensaba la mayoría del pueblo que la apoyó incondicionalmente en sus primeros años. Desgraciadamente, la historia ha demostrado que la agenda personal de los castro estaba muy distante de esa batalla social por la igualdad, que el ingenuo pueblo de Cuba creía estar librando. Los castro querían apoderarse de todo y de todos en la isla, querían convertirse en dueños absolutos de la tierra y sus habitantes, y así lo hicieron. Mientras mantenían un discurso en el que la tenencia de propiedad privada era una forma de contra-revolución, ellos se apoderaron ilegalmente de cuantas mansiones, vehículos y todo tipo de propiedad privada les vino en gana.

Hoy, al cabo de cincuenta y dos años de sangre, sudor y lágrimas, el “dictador relevo” regaña al pueblo una vez más y le insta a ejercer el antes privado derecho a comprar y vender. ¿Y quién le devuelve los años perdidos a todos aquellos que en acertada lucidez le criticaron a la dictadura la violación del derecho a la propiedad privada y su compraventa? ¿Qué forma de indemnización va a haber para las familias de aquellos que perdieron sus vidas exigiendo el derecho que hoy la tiranía otorga como regalo? Si la mayoría de los inmuebles existentes en las principales ciudades de la Cuba de hoy, les fueron confiscados a sus legítimos dueños bajo una ley que hoy es abolida. ¿Cómo se va a reconciliar esta contradicción implícita? ¿Acaso se les va a pagar a los legítimos dueños por las propiedades que les fueron confiscadas para que estas puedan entrar en el mercado sin arrastrar el lastre de dicha ilegalidad?

Los castro son unos bandidos, unos gánsteres al estilo más clásico de la “cosa nostra” siciliana, y como tales continuarán imponiendo leyes y acuerdos absurdos y contradictorios, mientras más confusión, menos oportunidad de que el pueblo note las contradicciones e ilegalidades de la dictadura.

En mi adolescencia, fui arrestado injustamente en tres diferentes ocasiones, por el simple hecho de simpatizar con la música del grupo inglés “The Beatles”. Dos décadas más tarde la dictadura castrista determinó dedicarle una estatua a uno de sus integrantes, John Lennon, sin embargo; hasta el sol de hoy, no se ha rectificado con los jóvenes que en los sesenta y setenta fuimos atropellados, y vetados sólo porque gustábamos de la música de ese grupo.

Creo que, desafortunadamente; los que durante tantos años abogaron y padecieron por el derecho a la propiedad privada y la compraventa, corren la misma suerte. No recibirán ni la más mínima disculpa, ni el menor reconocimiento. Así es la dictadura castrista.


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