“COMO DEDOS DE UNA MISMA MANO”
(Sergio Jesús Fernández - 11 de Marzo de 2010)
Recuerdo que cuando mi hermana Angélica y yo éramos niños, es decir; hace sólo unos días atrás, no había cosa que más molestara a nuestra madre que vernos pelear. No importaba que yo viniese de la calle, de estar jugando en algún terraplén con mis amigos, y entrara en casa con los zapatos llenos de tierra, mi madre podía enojarse un poco conmigo al punto de querer darme con el palo de trapear por la cabeza, pero nunca la vi tan irritada como cuando mi hermana y yo nos peleábamos. No importaba que alguna vecina chismosa viniese a contarle que mi hermana se había enrollado la saya del uniforme de secundaria en la cintura para que le quedara más corta, mi madre podía enfadarse y contarle a mi hermana la historia del tabaco si era necesario, para que entendiera porque no debía enrollarse la saya, pero jamás la vi perder su maternal paciencia excepto que fuese porque mi hermana y yo estábamos peleándonos.
Nunca entendí aquella actitud de mi madre sino hasta que tuve mis propios hijos. Sin embargo, pude comprobar desde bien joven, que la insistencia de mi madre en mantener la armonía entre nosotros pagaba sus dividendos a ciento por uno cada vez que mi hermana me necesitaba o viceversa. Habíamos por fin aprendido a ser “como dedos de una misma mano”, como nos había enseñado mami.
Nunca entendí aquella actitud de mi madre sino hasta que tuve mis propios hijos. Sin embargo, pude comprobar desde bien joven, que la insistencia de mi madre en mantener la armonía entre nosotros pagaba sus dividendos a ciento por uno cada vez que mi hermana me necesitaba o viceversa. Habíamos por fin aprendido a ser “como dedos de una misma mano”, como nos había enseñado mami.
En las guerras de bombas y balas, son relativamente comunes las muertes por “fuego cruzado”, o “friendly fire”, como se le conoce en inglés. Muertes que duelen más porque fueron causadas por quienes estaban supuestos a ser de “los nuestros”. También es conocido que en esas guerras las alianzas juegan un papel sumamente importante en la determinación de quien gana o quien pierde. Como reza en aquella frase: “LOS ENEMIGOS DE MI ENEMIGO, SON MIS AMIGOS”.
De igual forma, en las guerras de palabras el “friendly fire” puede aniquilar a nuestros aliados. Por tanto, al igual que los estrategas militares realizan sus campañas de forma tal que puedan ganar la mayor cantidad de aliados y evitar en gran medida las muertes por “fuego cruzado”, nosotros; los que tratamos de usar la palabra para librar nuestras batallas, deberíamos planear con anticipación nuestras estrategias para sumarnos la mayor cantidad de aliados, porque definitivamente “en la unión está la fuerza”, y una vez de nuestra parte, protegerlos a toda costa para que no caigan abatidos por el “friendly fire”.
Cuando escribo sobre el amor y/o la fe, simplemente me limito a escuchar lo que mi corazón me dicta, pero cuando utilizo la palabra, como las bombas y las balas, para librar esta batalla de más de cincuenta años, pienso primeramente, que tan eficaz va a resultar el daño que pretendo causarle al enemigo, en segundo lugar, que tan efectivo voy a ser en el reclutamiento de los tan necesarios aliados, y finalmente, valoro, con espíritu autocrítico, que pudiese estar escondido en mis palabras que pudiera, aun inconscientemente, dañar a alguno de mis valiosos aliados (léase mis hermanos).
Hoy en día, viviendo en un país extranjero, por obligación y no por elección, a veces me siento como debió sentirse mi madre, cuando veo a mis compatriotas, mis hermanos, peleándose entre sí, olvidando que somos “como dedos de una misma mano”.
Todo el que reconozca públicamente que en Cuba existe una férrea dictadura donde no se respeta ni uno solo de los derechos fundamentales del ser humano, y que los principales culpables son Fidel y Raúl Castro, es mi hermano en esta lucha.
Mis queridos amigos, mis compatriotas, mis hermanos, por favor, tratemos de usar las balas de nuestras palabras dirigiéndolas con toda efectividad al corazón de nuestro enemigo común, y no contra nosotros mismos.
El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.” Pero hay un segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” Ningún mandamiento es más importante que estos dos.
Muy cierto este mensaje y comparto tu opinion de mami al respecto de las peleas entre hermanos. Myle
ReplyDeleteGracias por tu comentario Myle. Te quiero mucho. Bendiciones para todos por allá.
ReplyDeleteGracias Sergio por enviarme el link, valoro mucho cada línea de este post y coincido plenamente contigo. Yo también escribí hace algún tiempo una nota en la cual se reflejan sentimientos y criterios similares a los que has manifestado aquí, si no la has leído, te invito a leerla.
ReplyDeletehttp://www.facebook.com/mdlavega?v=app_2347471856#!/note.php?note_id=418914520545
Parece que hay un error en el enlace a mi nota en Facebook, así que aquí te dejo el enlace a esa misma nota en mi blog. Saludos. http://porloclaro.blogspot.com/2010/04/es-la-hora-de-los-hornos-y-no-se-ha-de.html
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